El almuerzo que me recordó lo que realmente significa la amabilidad

Al terminar de comer, sentí una punzada en el corazón; no lástima, sino profundo respeto. Esta madre estaba esforzándose al máximo para crear momentos de felicidad para su hijo. Con ganas de alegrarle el día con un pequeño detalle, volví al mostrador, compré una Cajita Feliz y la coloqué con cuidado en su mesa antes de irme para que no se sintieran obligados a responder.

Unos segundos después, oí la alegre voz de la niña: “¡Gracias! ¡Mami, mira!”. Su madre me miró a los ojos, sorprendida, agradecida y un poco emocionada. Susurró: “Salud”.

Al salir a la luz del sol, sentí una cálida serenidad en mi interior. Sabía que no había cambiado su mundo, pero la amabilidad no necesita ser grandiosa para ser importante. A veces es tan simple como una comida, una sonrisa o un recordatorio de que nos apreciamos mutuamente. Y en ese momento cotidiano, dentro de un restaurante de comida rápida, recordé que es la compasión cotidiana la que realmente mantiene unido al mundo.

Leave a Comment