Durante 30 años, mi marido no hizo nada malo… y esa es precisamente la razón por la que me fui.

Solo con fines ilustrativos

Cuando estuve tan enferma que apenas podía levantarme de la cama, no hiciste nada. Cuando murió mi padre y me ahogaba en el dolor, no hiciste nada. Cuando pasé por la menopausia y luché contra la depresión, no hiciste nada.

Cuando me sentí desconsolada porque nuestros dos hijos mayores se fueron de casa, no hiciste nada. Nunca me trajiste una sola flor para decirme que me querías. Nunca me defendiste cuando tu madre fue cruel conmigo.

“Cuando me torcí el tobillo y apenas podía caminar, aún así tenía que levantarme a las seis de la mañana para preparar el desayuno, mientras tú te quedabas ahí roncando sin hacer nada. ¡Parece que lo que mejor se te da es no hacer nada!”

—¡Nunca me lo dijiste! —exclamó Zack, con expresión dolida.

—Sí te lo dije —respondí—. Cada vez que te pedí ayuda, te lo dije. Cada vez que me acurruqué a tu lado esperando un beso y estabas más interesado en la televisión, te lo dije. Cada vez que te supliqué amor y atención —que hubiera romance— te lo dije.

“Te lo dije hace cinco años cuando te pedí que fuéramos a terapia de pareja, y te negaste porque no había ningún problema y eras feliz.”

—Ya podemos irnos —dijo Zack con esperanza—. ¡Pide cita y allí estaré!

—Por supuesto —dije con amargura—. Ahora que ves que hablo en serio sobre irme. Pero no te importa lo suficiente como para buscar tú mismo al terapeuta o para llamarlo.

—Por favor, Kelly —suplicó Zack—. ¡Por favor, dame una oportunidad para hacerte feliz!

Lo miré y una profunda tristeza me invadió. Negué lentamente con la cabeza. «En cualquier momento de los últimos treinta años, habría dado cualquier cosa por oírte decir esas palabras».

“Pero ahora, cuando te miro, solo siento tristeza y lástima. Nunca te has molestado en hacerme feliz, Zack, y sinceramente, no voy a perder otro día de mi vida esperando a que empieces a hacerlo.”

Continúa en la página siguiente

Leave a Comment