Muchos adultos recuerdan su infancia y se dan cuenta de que faltaba algo esencial: calidez constante, ánimo y apoyo emocional. La sensación de seguridad y confianza de un niño se moldea no solo por la comida, el refugio y la rutina, sino también por los cuidadores que lo ayudan a sentirse visto, valorado y comprendido. Cuando esa presencia emocional constante es limitada o inconsistente, puede influir en la forma en que una persona aprende a relacionarse consigo misma y con los demás más adelante en la vida
Estas experiencias no definen a una persona para siempre, y muchas se convierten en adultos compasivos y resilientes. Aun así, ciertos patrones suelen manifestarse en la edad adulta, cuando el apoyo emocional temprano era escaso. Los rasgos que se describen a continuación no son defectos ni fallas; son simplemente reflejos de cómo las relaciones tempranas moldearon el mundo interior de una persona.
1. Luchas continuas con la autoestima
Un niño empieza a desarrollar su autoestima mediante la guía amorosa y recordatorios sencillos de que sus sentimientos y esfuerzos importan. Cuando esa base es débil, a un adulto puede resultarle difícil sentirse seguro o merecedor. Puede cuestionar sus logros o dudar de si merece afecto y apoyo, incluso cuando otros lo valoran claramente.
2. Un miedo profundo al rechazo o a quedar excluido.
Los adultos que crecieron sin un apoyo constante suelen albergar un miedo oculto a ser rechazados o rechazados. Como aprendieron desde pequeños a no esperar coherencia emocional, pueden evitar la cercanía o reprimir sus verdaderos sentimientos. Este hábito protector puede dificultar las relaciones, incluso cuando lo que más desean es la conexión.
3. Dificultad para identificar o expresar emociones
Los niños aprenden a comprender sus emociones observando a los adultos identificar, calmar y gestionar las suyas. Sin ese ejemplo, puede ser difícil reconocer, etiquetar o comunicar sentimientos más adelante en la vida. Algunos adultos reaccionan con una actitud emocional reservada, mientras que otros pueden sentirse abrumados por oleadas repentinas de emoción sin saber por qué.
4. Depender en gran medida de la validación de los demás.
Cuando los niños rara vez escuchan palabras de apoyo, pueden convertirse en adultos que dependen de la aprobación externa para sentirse capaces o valorados. Los cumplidos pueden parecer esenciales, las críticas devastadoras, y su autoestima puede cambiar según cómo respondan los demás. Desarrollar la confianza interna se convierte en un proceso que dura toda la vida.
5. Tener dificultades para confiar en los demás
La confianza crece de forma natural cuando un niño experimenta estabilidad emocional. Sin ella, los adultos pueden volverse cautelosos o reservados. Pueden buscar motivos ocultos o cuestionar si alguien es realmente confiable. Mantener a los demás a distancia puede resultar más seguro, incluso si genera soledad.
6. Una fuerte tendencia hacia el perfeccionismo.
Para algunos adultos, el deseo de ser perfectos se convierte en un escudo. Esforzarse por lograr un rendimiento impecable puede parecer una forma de ganarse la aceptación que les faltó durante su infancia. Si bien este impulso puede conducir a logros, a menudo conlleva autocrítica y una presión constante para “demostrar” su valía, incluso cuando nadie se lo pide.
Continúa en la página siguiente: