Después de dejar a su anciano padre solo en el campo durante tres años, los tres hijos fueron a la ciudad a abrir tiendas y nunca regresaron.

“Llegaste demasiado tarde”. Hace dos semanas, Don Mateo donó todas sus tierras a un niño huérfano del pueblo llamado Emilio. Y antes de firmar los documentos, dejó muy claro su razonamiento:

Soy mayor y vivo solo. Ni siquiera sé dónde están mis tres hijos. Pero este chico… me trae comida todos los días, limpia mi casa, me da masajes en la espalda y me compra las medicinas. Si alguien me cuida, es él. Le dejaré lo que tenga.

Los tres hermanos se quedaron paralizados. Inmóviles, intercambiaron miradas de asombro y vergüenza.

La esposa de Javier, sin poder contenerse, gritó:

¡Esto es un abuso! ¡Ya está viejo! ¿Cómo es posible que le permitan ceder el terreno así, sin consultarnos?

Don Ramiro, tranquilo y sereno, se encogió de hombros:

Había un abogado. Funcionarios del gobierno estuvieron presentes. Las nuevas escrituras se emitieron la semana pasada. Si desea impugnarlas, hágalo ante el juzgado de distrito de Tuxtla Gutiérrez.

Sólo Luis, el más joven y tranquilo de los tres, se giró con los ojos llenos de lágrimas.

Recordó las muchas veces que su padre lo había llamado y le había preguntado con ternura:

“¿Vendrás a casa durante las vacaciones?”

Y cómo él siempre respondía:

—Estoy ocupado con un proyecto importante, papá. Te lo compensaré el año que viene.

Pero ahora… no habría próximo año.

Los padres mayores no necesitan tu dinero. Necesitan tu tiempo.

Y a veces, cuando te das cuenta de eso… ya es demasiado tarde.

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