Resultó que Anthony creía que lo había abandonado a su suerte, pero cuando le explicamos todo y le enviamos la carta, aceptó verme. Trajo consigo a su hijo mayor, un joven apuesto llamado Frank.

Anthony se parecía mucho a Laura, pero tenía mis ojos y mi sonrisa. Había algo, una conexión, y me di cuenta de que ambos habíamos anhelado este vínculo padre-hijo.
Anthony y su familia me acogieron con cariño, y ahora tengo tres nietos, cinco bisnietos y un sexto en camino. Mi nieta menor, Rachel, me dice que es niño y que se llamará Tony, como yo. Por fin, tengo una familia.
¿Qué podemos aprender de esta historia?
1. Podemos pasar toda la vida con alguien y no saber quién es realmente.
2. Nunca es tarde. A veces la vida guarda lo mejor para el final.
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