Caminé hacia la puerta, mis botas resonando en el pavimento como las de un soldado entrando en zona hostil. Toqué una vez, firme. La puerta se abrió, y ahí estaba. Marco.
“Vaya, si no es el héroe,” se burló, dando un trago lento a su botella. “¿Vienes a reclamar tu premio?”
Algo dentro de mí se rompió, pero la disciplina me mantuvo firme. Entré y cerré la puerta detrás de mí. “¿Dónde se supone que duerma Marisol esta noche, Marco? ¿En el garaje otra vez?”
Su sonrisa se tambaleó, apenas un segundo. Luego infló el pecho. “Esa chamaca necesitaba disciplina. Luisa está de acuerdo—¿verdad, amor?”
Los labios de Luisa se abrieron, pero no salió sonido. Se veía más pequeña de lo que recordaba, atrapada entre la culpa y el miedo.
Avancé, mi voz baja, peligrosa. “La disciplina no es matarla de hambre. No es encerrarla como si fuera menos que humana. Se acabó.”
Él rió, un sonido falso y quebradizo. “¿Y qué vas a hacer, soldadito? ¿Dispararme?”
No hacía falta. El peso de mi presencia, el acero en mi voz, bastaban. “Te largas. Esta noche. O los hombres a los que llamé se asegurarán de que desaparezcas de formas que ni imaginas.”
Por primera vez, el miedo real brilló en sus ojos. Miró a Luisa, pero ella desvió la vista, lágrimas corriéndole por las mejillas. Agarró sus llaves, murmuró algo entre dientes y salió, azotando la puerta con tanta fuerza que el marco tembló.
El silencio que siguió fue pesado. Me giré hacia Luisa.
“¿Por qué?” Mi voz se quebró a pesar mío. “¿Por qué le permitiste a ese hombre tocar la vida de nuestra hija, dejar que—”
“Él me decía cosas,” susurró Luisa, sollozando. “Dijo que Marisol era una malcriada, que yo era débil, que—”
La interrumpí, la furia hirviendo. “¡Es una niña! Nuestra niña. Y lo dejaste destruir su confianza en esta familia.”
Luisa se desplomó en el sillón, la cabeza entre las manos, el cuerpo sacudido por sollozos. Pero yo no sentí compasión. No esa noche.
No me quedé. Marisol estaba a salvo conmigo, y mi deber había cambiado. El campo de batalla había llegado a casa, y entendí una cosa: esta guerra apenas comenzaba.