Cuando ayudó a su exnovia a dar a luz, el médico palideció en cuanto nació el bebé.
Alejandro no dijo nada. Asintió brevemente y empujó la camilla hacia adelante.
El parto se había vuelto de alto riesgo. La presión arterial de Valeria bajó drásticamente, la frecuencia cardíaca del feto se debilitó y se requirió una intervención urgente. Alejandro, sin embargo, mantuvo la calma, y su equipo, tenso pero unido, trabajó al unísono.
Tras casi cuarenta minutos de arduo trabajo, nació el bebé.
Cuando Alejandro tomó al bebé en brazos, este se quedó paralizado de nuevo.
El bebé tenía los mismos ojos oscuros y profundos y los mismos hoyuelos que Alejandro cuando era niño.
Le palpitaba la muñeca; los sonidos de la habitación eran amortiguados. Se fijó en la pequeña marca de nacimiento en forma de lágrima en el hombro del bebé: una rara marca familiar transmitida de abuelo a padre.
La enfermera extendió la mano para tomar al recién nacido, pero Alejandro dudó antes de finalmente entregárselo. Ella acarició suavemente la mejilla del niño y luego lo llevó para lavarlo y envolverlo.
Valeria, que yacía exhausta en la cama, evitó su mirada mientras él se acercaba.
—¿Por qué… por qué nunca me lo dijiste? —murmuró Alejandro con voz ronca.
Le temblaban los labios y las lágrimas le corrían por las mejillas.
Para que te hagas una idea:
“Yo… yo lo quería. Pero todo a mi alrededor se desmoronaba. Mis padres me maltrataban, tú estabas agobiado en tu trabajo… Pensé que me odiarías, pensé que me abandonarías…”
Alejandro se levantó en silencio y luego, con manos temblorosas, volvió a tomar al niño envuelto en pañales. Una poderosa ola de reconocimiento y descubrimiento lo inundó, despertando un instinto poderoso: el instinto paternal.
—Valeria… Independientemente del pasado, jamás te abandonaré ni a ti ni a nuestro hijo —declaró enfáticamente.
Finalmente, alzó la vista, con los ojos rojos pero brillantes de una frágil esperanza. Desde fuera, el llanto de un recién nacido resonó en el pasillo, anunciando no solo su llegada al mundo, sino también el renacimiento de dos almas que una vez se habían perdido.