- En un bol grande, rompe el huevo y añade el azúcar vainillado. Añade una pizca de sal para intensificar los sabores. Mezcla enérgicamente hasta obtener una consistencia cremosa y homogénea.
- Vierte la leche gradualmente en la mezcla de huevo y azúcar, continuando a mezclar constantemente. Luego, añade el aceite para conferir suavidad al postre y mezcla nuevamente.
- Tamiza la harina y la levadura directamente sobre la mezcla líquida. Mezcla suavemente con una espátula hasta obtener una masa lisa y sin grumos. Asegúrate de no mezclar en exceso para mantener la ligereza de la masa.
- Prepara un molde rectangular o cuadrado forrado con papel de horno. Vierte la masa uniformemente en el molde, nivelando la superficie con una espátula.
- Cubre el molde con papel film y colócalo en el frigorífico durante al menos 4 horas o, preferiblemente, durante la noche. Este paso es crucial para garantizar la consistencia ligera y suave del postre sin usar el horno.
- Una vez enfriado, corta el postre en pequeños cuadrados o porciones deseadas. Puedes espolvorear la superficie con azúcar glas para una presentación elegante.
La ligereza de este postre proviene de la combinación de un solo huevo, la ausencia de mantequilla y el uso de ingredientes como la leche y el aceite, que confieren suavidad sin hacer pesada la textura. La fase de refrigeración ayuda a compactar y reforzar el postre sin necesidad de hornearlo, resultando en un postre suave y ligerísimo que conquistará el paladar de cualquiera que lo pruebe.