Etapa 1. "En cuanto entré..."
...Dmitry palideció, como si no hubiera visto a su madre, sino a Hacienda.
Tatyana se quedó paralizada con una copa de champán en los labios, a medio sorbo. Llevaba un vestido perfecto de color empolvado, tacones de aguja y el pelo recogido en un moño despeinado, pero a todas luces caro.
Sin embargo, sus padres ni siquiera intentaron ocultar cómo me estaban evaluando de pies a cabeza.
Un viejo abrigo azul oscuro, el mismo que llevaba hacía diez años. Un bolso barato y sin logotipo. Zapatos planos sencillos. Ninguna joya, salvo un anillo fino en el dedo anular, el mismo que me había regalado mi difunto marido cuando aún vivíamos en la residencia y soñábamos con triunfar algún día.
"Mamá..." susurró Dima, levantándose de la silla. "¿Viniste... viniste así?"
"¿Se suponía que debía llegar en limusina?" Sonreí suavemente. "Pero dijiste: 'Saben que eres una persona sencilla'. Intenté estar a la altura."
La sonrisa del portero se desvaneció por completo en cuanto me reconoció, pero no como lo habría pensado un desconocido. Estaba acostumbrado a verme con traje y chófer cuando venía a reuniones de negocios con el chef y el gerente.
Pero hoy le pedí al gerente que no me identificara. Para que el personal supiera que solo era una clienta normal. Y el portero, frunciendo los labios, se limitó a asentir brevemente:
"Buenas noches, Elena Viktorovna."
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