Vierte el azúcar en una cacerola de fondo grueso y cocínalo a fuego lento, sin revolver. Deja que se derrita y caramelice lentamente hasta que adquiera un color dorado claro. Este proceso tardará entre 10 y 15 minutos, así que combine paciencia con precaución.
Cuando el azúcar se haya derretido por completo y haya adquirido el color deseado, añadir la mantequilla semisal cortada en dados. Revuelve suavemente hasta que la mantequilla se derrita por completo y se incorpore al caramelo.
En este punto, vierte lentamente la nata líquida en el caramelo, sin dejar de remover constantemente durante unos 2 minutos. Asegúrate de que la crema esté a temperatura ambiente antes de agregarla al caramelo para evitar que la mezcla se endurezca.
Una vez agregada toda la nata, continúa cocinando la mezcla a fuego lento, revolviendo constantemente, hasta obtener una consistencia cremosa y suave. Esto tomará entre 5 y 7 minutos más de cocción.
Cuando el caramelo haya alcanzado la consistencia deseada, retira la sartén del fuego y vierte el caramelo en un bol resistente al calor. Déjelo enfriar a temperatura ambiente durante unos 15 minutos.
Después del tiempo de enfriamiento, use una licuadora de inmersión para licuar el caramelo durante unos 15 segundos. Esto ayudará a que quede más cremoso y suave.
Transfiera el caramelo batido al congelador durante unos 10 minutos para que se enfríe más y espese un poco.
Una vez que el caramelo haya estado en el congelador el tiempo requerido, licúa nuevamente el caramelo hasta que quede más claro y muy cremoso. Este proceso de licuado adicional ayudará a incorporar aire al caramelo, haciéndolo más ligero y batido.
¡El magnífico caramelo batido ya está listo para usarse como aderezo para pasteles, panqueques, muffins o cualquier otro postre que desees!
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