A los 61, me volví a casar con mi primer amor. En nuestra noche de bodas, al quitarme mi tradicional vestido de novia, me sorprendió y me dolió ver...

Cuando volví a ver su foto, con mechones grises en el pelo, pero con la misma sonrisa amable, sentí como si el tiempo hubiera retrocedido. Empezamos a hablar. Viejas historias, largas llamadas telefónicas, y luego citas para tomar café. La calidez fue instantánea, como si las décadas que nos separaban nunca hubieran sucedido.

Y así, a los 61 años, me volví a casar con mi primer amor.

Nuestra boda fue sencilla. Yo vestía un traje azul marino, ella llevaba seda color marfil. Mis amigos murmuraban que parecíamos adolescentes otra vez. Por primera vez en años, sentí un gran impulso.

Esa noche, después de que se fueran los invitados, serví dos copas de vino y la llevé a su dormitorio. Nuestra noche de bodas. Un regalo que creía que la edad me había robado.

Cuando la ayudé a quitarse el vestido, noté algo extraño. Una cicatriz cerca de la clavícula. Luego otra, a lo largo de la muñeca. Fruncí el ceño, no por las cicatrices, sino por cómo se estremeció al tocarlas.

“Anna”, dije suavemente, “¿te hizo daño?”

Se quedó paralizada. Entonces, sus ojos brillaron: miedo, culpa, vacilación. Y entonces, susurró algo que me heló la sangre:

“Richard… mi nombre no es Anna.”

La habitación se quedó en silencio. Mi corazón latía con fuerza.
"¿Qué... qué quieres decir?"

Bajó la mirada, temblando.
«Anna era mi hermana».

Me tambaleé hacia atrás. Mi mente corría. ¿La chica que recordaba, aquella cuya sonrisa conservé durante cuarenta años, se había ido?

“Murió”, susurró la mujer, entre lágrimas. “Murió joven. Nuestros padres la enterraron en silencio. Pero todos decían que me parecía a ella... que hablaba como ella... que era su sombra. Cuando me encontraste en Facebook, yo... no pude resistirme. Pensaste que era ella. Y por primera vez en mi vida, alguien me miró como miraba a Anna. No quería perder eso.”

Sentí que el suelo se tambaleaba bajo mis pies. Mi «primer amor» había muerto. La mujer frente a mí no era ella: era un espejo, un fantasma que vistió los recuerdos de Anna.

Quería gritar, maldecir, exigirle que me engañara. Pero al verla, temblorosa y frágil, me di cuenta de que no era solo una mentirosa: era una mujer que había vivido toda su vida a la sombra de alguien, invisible, sin amor.

 

⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬

Aby zobaczyć pełną instrukcję gotowania, przejdź na następną stronę lub kliknij przycisk Otwórz (>) i nie zapomnij PODZIELIĆ SIĘ nią ze znajomymi na Facebooku.