El estudiante tomaba a escondidas un panecillo todos los días, el dueño fingía no darse cuenta – 11 años después recibió un paquete del extranjero y se sorprendió…

Al comienzo de una antigua calle de Jaipur había una pequeña pastelería, donde la gente solía hacer fila por las mañanas antes de ir a trabajar.  El Sr. Sharma , de sesenta años, era conocido por su carácter tenaz y tranquilo, pero también por su talento para preparar panecillos calientes y aromáticos.

Hace once años, una mañana de invierno, mientras el Sr. Sharma colocaba una bandeja de panecillos recién horneados en el mostrador, de repente vio a un estudiante con el uniforme roto y zapatos desgastados de pie en la puerta. Sus ojos reflejaban curiosidad y preocupación. Cuando Sharma se dio la vuelta, el niño agarró rápidamente un panecillo y salió corriendo.

Al día siguiente, se repitió la misma escena. Cada mañana, el estudiante esperaba a que el dueño se distrajera para tomar un muffin en silencio. Al principio, Sharma frunció el ceño, pero luego suspiró. Se fijó en la delgadez del niño, su mirada hambrienta y sus manos temblorosas.

“Bueno, que se lo coma. Quizás no tenga nada más en el estómago…”, pensó.

Así, día tras día, mes tras mes, durante los tres años de preparatoria, el estudiante fue a la pastelería. Sharma fingía no darse cuenta, pero en el fondo lo sabía. A veces incluso preparaba más panecillos y dejaba algunos en un rincón de la mesa para que el chico pudiera cogerlos fácilmente.

Un día de lluvia intensa, lo vio acurrucado bajo el techo, esperando la oportunidad de comer un panecillo. El corazón de Sharma se entristeció. «Este niño… probablemente viene de una familia muy pobre». Quiso llamarlo para darle un panecillo directamente, pero se detuvo. Quizás el orgullo juvenil no le habría permitido aceptar la caridad abiertamente.

Y un día, el niño desapareció. Durante meses, Sharma no volvió a ver ese rostro familiar. Sintió alivio y tristeza a la vez. Pensó: «Seguro que terminó sus estudios y se fue a otro lugar. Espero que su vida sea menos dura».

Pasó el tiempo. La tienda seguía llena de clientes. Sharma envejeció, su cabello se volvió blanco, pero a veces el recuerdo de aquel estudiante volvía a su mente.

Una tarde, mientras recogía sus cosas, el cartero se detuvo y le entregó un paquete grande enviado desde el extranjero. Sharma se sorprendió, pues no tenía familiares fuera del país. El sobre solo decía:  «Para: Sr. Sharma, dueño de la panadería al final de la calle, Jaipur».

La abrió. Dentro había una lujosa caja de madera, una carta manuscrita y… un fajo de billetes cuidadosamente atados. Con manos temblorosas, abrió la carta:

 

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