Durante más de una década, el sofá de mi sala parecía un simple mueble viejo.
No era elegante, y mis amigos solían recomendarme que lo reemplazara, pero para mí era valioso porque una vez lo sostuvo mi abuela. Ese sofá me traía recuerdos de siestas de niño, reuniones familiares y conversaciones nocturnas llenas de risas.
Decidí restaurarlo para intentar darle un toque de calidez y confort a mi nuevo apartamento después de mi divorcio, cuando la vida se sentía incierta y agobiante. No tenía ni idea de que esa decisión revelaría un secreto que lo cambiaría todo.
El técnico me llamó al día siguiente de haber enviado el sofá a reparar, pidiéndome que fuera de inmediato. Al llegar, me mostró una cámara secreta bajo el forro roto. Contenía muchas imágenes, una bolsita de terciopelo con un pequeño medallón dorado y un fajo de cartas.
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