Me sorprendí cuando el plomero encendió una cerilla y la arrojó por el inodoro. Pero el método resultó eficaz.

Hoy en día es raro encontrar una caja de cerillas en los apartamentos de la ciudad, pero me abastecí de ellas cuando encontré una sorpresa desagradable en mi armario. Normalmente prefiero dejar las reparaciones en manos de profesionales, pero esto requería algo diferente.

Al notar un olor terrible que salía de los baños, probé de todo: detergentes, pastillas perfumadas, limpieza intensiva. Pero nada pasó.  Finalmente llamé a un plomero.

Llegó un viejo maestro, serio y silencioso. Escuchó atentamente mi problema y sacó una caja de cerillas de su bolsillo. Encendí uno y lo tiré por el inodoro. Mi sorpresa fue ilimitada.

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