Horas después, Theo abrió los ojos y con voz ronca llamó a su padre para contarle lo que realmente había pasado.
Habló del acoso, de Ryan Stone, de la caída, del bolígrafo que mordió y de cómo lo tragó sin querer.
Marcus escuchó mientras la culpa lo aplastaba, comprendiendo que había estado demasiado ocupado para ver el dolor de su hijo.
Esa noche, algo cambió para siempre dentro de él.
Marcus cumplió su promesa y volvió al refugio, no como visitante, sino como alguien dispuesto a construir.
La iglesia derruida se transformó en un centro con camas, libros, aulas y un futuro real.
Le pidió a Noah que ayudara a diseñarlo, y el niño aceptó con una condición clara.
Que todos ayuden, no solo yo, dijo con una seriedad que sorprenderá a todos.
Seis meses después abrió el Centro Infantil Theo y Noah, recibiendo a niños de todos los rincones olvidados.
Dos niños de mundos opuestos reían juntos, como si siempre hubieran pertenecido al mismo lugar.
Marcus los observó y finalmente entendió que el éxito no era dinero ni el poder era control.
